La
manifestación había terminado. El 15M avisó, pero ya era tarde para una sociedad
consumista sometida a conceptos y términos sacados de un nuevo género de
terror: inflación, déficit, prima de riesgo...
Avanzo por el tortuoso callejón
-“hundido” en la “prima de riesgo”-, tratando de esquivar un sol de justicia.
Sentado en la calzada adoquinada, un niño, la ropa sucia y ajada. Percibo
su silencio, como queriendo parecer invisible. Y advierto otros detalles: el cachorro negro que
descansaba inerte bajo sus rodillas. Y al frente, el pequeño cuenco...
Aunque
iba en contra de todo marketing especulativo -por esa calle no pasaba ni “el
tato”-, yo también hubiera buscado, en
aquel mediodía de agosto, un rincón con una buena sombra. Decidido,
saco una moneda, y la deposito dentro del recipiente...
Entonces escuché su voz a mi espalda:
- ¡Eh!. ¡Qué es la leche de mi perro!.
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